martes, 27 de julio de 2010

Faltiqueras: El perro de mi Abuelo. De caza

Este un relato sacado de la web del Podenquero

Mi abuelo era una persona que se crió en el campo, vivió en el campo y falleció anhelando el campo.
Era una persona sabia, inteligente a la vez que un poco difícil de tratar si no lo sabias llevar, por su humor y su cabezonería a veces.
Una de las cosas que mas me gustaban a mí era cuando de pequeño mi padre nos llevaba a ver a mis abuelos, y me colocaba al lado suyo y esperaba con ansia que me contara cuentos o simplemente que me contara historias suyas o algo que me tuviera entretenido.
Yo como desde muy pequeño he tenido muchísima afición por la caza, si mi abuelo se ponía a contarme sus días de caza en la sierra o esos tiros difíciles e inverosímiles a torcaces altas o perdices largas, ahí perdía totalmente la noción del tiempo cayendo en un estado de felicidad y entusiasmo exagerado.
Aunque seguramente podría escribir un libro con los relatos y historias de mi abuelo, os voy a contar una de las anécdotas que mas recuerdo y que mas veces me ha contado.

Mi Abuelo era un cazador que la mayoría de las veces salía solo a cazar y amante de pocos perros uno y a lo sumo dos.
Me contaba mi abuelo que su perro Faltiqueras, era un perro serio, muy noble e inteligente. Un perro que vivía suelto en el cortijo, tumbado en la sombra de cualquier árbol, aunque siempre alerta para informar de cualquier visita nueva.
Era un podenco del terreno, de talla no muy alta y con un ojo azul y otro color miel
Mi Abuelo me decía que el perro normalmente estaba merodeando por el cortijo prácticamente sin echarle cuentas a nadie, excepto a mi abuela que era la encargada de darle de comer. Pero esa tranquilidad y ese sosiego del perro se iban de un plumazo cuando mi abuelo entraba a su cuarto en busca de su paralela de martillos marca “Eusebio Arizaga”, volviéndose nervioso, entrando a la casa, saltando alrededor de mi abuelo, sabiendo que si iba la “Jumeona”, ( como llamaba mi abuelo a veces a la escopeta), el rato de caza estaba asegurado.

Como os he dicho mi abuelo era una persona que le gustaba cazar solo, con un perro y haciendo posturas muy largas.
Me contaba que él salía con su perro escopeta al hombro pensando en que zona de la sierra iba a hacer las posturas, si en los “romeros”, en los “corrales”, en el “tajo” o en las “canteras”.
Una vez decidido el lugar buscaba un chaparrillo o pino en el que subirse y que él sabia que era querencioso para la huida del conejo.
Una vez apostado en su postura dejaba que el perro empezara a hacer su trabajo, que no era otro que buscar el conejo e intentar hacerlo pasar por la postura donde estaba mi abuelo, ya que el sabia que de esa manera mordería pelo.
Me decía mi abuelo que no sabia como el perro se las apañaba para darles vueltas y vueltas a los conejo hasta que lo hacia pasar por su postura o lo mas cerca posible de ella. Y que en las horas que el estaba subido en la postura el perro sabia muy bien que por allí era por donde tenia que pasar el conejo si quería morderlo con mas facilidad.
Esas posturas solían ser de 2 a 3 horas y la cantidad de conejos que mataba solían ser entre 2 y 3 conejos, si la postura se daba bien. Tampoco algo descomunal pero creo que esos lances que mi abuelo vivía pendiente a su perro, sentado en el chaparro esperando que su perro Faltiqueras le metiera el conejo, son lances que difícilmente se puedan comparar a matar 10 o 12 en una zona con muchos conejos y en lugares mas sencillos y fáciles.
Otra de las cosas que mas me llamaban la atención fue que yo siempre le preguntaba ¿Abuelo y que hacia el perro con los conejos que matabas, se los intentaba comer o te los traía o que hacia?, mi abuelo me miraba, y con voz firme, me decía : “el perro hacia lo que tenia que hacer”, coger el conejo y acarrearlo hasta llegar cerca de mi abuelo, lo soltaba y a empezar otra vez. Mi abuelo nunca se bajaba hasta que no acaba de cazar esa postura.
Otra de las cosas que mas resaltaba mi abuelo incluso con lagrimas en sus ojos, era que su perro nunca se iba a cazar con nadie que no fuese él, mi tio o mi padre.
Y ya en sus últimos meses, que el pobre no tenia la cabeza muy bien me seguía contando las anécdotas de su perro una y otra vez y yo aún sabiéndomelas de memoria seguía escuchándolas con el mismo interés y entusiasmo que como cuando me las contó la primera vez.

Pd: Espero no aburriros, y aunque sé que para el que la lea no tiene el sentimiento que yo he tenido escribiendola, espero que os guste. Ya que supongo que en la mayoría de vostros habrá historias y recuerdos de la misma importancia sentimental.

Un Saludo (Antonio)

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